Nos Equivocamos
Lo sentimos, de verdad. Hace un año un puñado de miembros del Club de la Constitución, con ocasión de las conversaciones PSOE-A/IU-CA para ver de formar gobierno, descubrimos en el programa de esta última fuerza política algunas propuestas -a traducirse en Andalucía en futuras medidas concretas- que nos recordaban las ‘soluciones’ de la Cuba castrista: banco público de tierras; imposición a viviendas desocupadas; erradicación del patriarcado (?); dignificación de víctimas de la guerra, dictadura y transición (sic); despenalización del cultivo y consumo del ‘cannabis’; República, y planificación vinculante de la economía.
Ante tales medidas de indudable progresismo y feliz futuro, que sólo pensaban en el crecimiento y bienestar material de la población andaluza, deseosa por ello de tales metas, decidimos salir a la luz redactando un artículo de opinión que lo titulamos “¿Hacia una Andalucía castrista?”. Era un aviso, una alerta. El medio al que acudimos no lo publicó. “Había que dejar tiempo al tiempo”.
Ahora lo comprendemos. Nos equivocamos. No era el castrismo y su rica y fértil filosofía la que iba a orientar a IU-CA en el gobierno andaluz. No iba a ser el comunismo cubano y sus útiles principios para promover riqueza y bienestar social. Confesamos, pues, nuestra impotencia intelectual para descubrir el verdadero modelo y la infalible política que, en realidad, se anhela y que promoverá el definitivo despegue de nuestra tierra rescatándola de la miseria capitalista que la subyuga: el socialismo bolivariano, aunque sin promocionar todavía el chándal tricolor.
En efecto, la redención de Andalucía, el logro de un alto nivel de renta y el desarrollo de nuestras potencialidades económicas no pueden venir ya del castrismo, que se cree lamentablemente trasnochado. Reverdece, en cambio, como esperanza de la Andalucía europea y universal, el catecismo bolivariano de don Hugo.
Donde se ha puesto en práctica -Venezuela, Bolivia, Argentina, Irán, Bielorrusia, Guinea Ecuatorial- se comprueba, por los parámetros socioeconómicos de esos países, la bondad de las recetas chavistas (a no confundir con nuestro Chaves). Envidia y pasión se puede sentir por esa doctrina que, so pretexto de llevar pan y justicia a cada hogar venezolano a golpe de populismo, ¡oh, tozudez de los datos y números!, acaba con un pueblo más pobre, un país en quiebra, una ruina económica, fuertes desigualdades, aniquilación del tejido empresarial y un índice de criminalidad de susto.
Pero no es broma, señores. Nuestros líderes y gobernantes andaluces creen seriamente en los mandamientos bolivarianos, aquellos del “¡Exprópiese!” y del “Aló, presidente”. Tenemos los testimonios de los señores Castro (portavoz de IU-CA), Valderas y, últimamente, Griñán. Ellos ven en el bolivarismo la pócima mágica que transformará la vergonzosa pobreza de muchos andaluces tras 33 años de gobierno socialista en un paraíso industrial y laboral. ¡Lo que la Junta no ha podido, lo puede el socialismo chavista!
Nos equivocamos, lo reconocemos. Debemos renunciar para siempre al análisis y la observación política. Era -y es- el bolivarismo la doctrina salvadora, la melodía mágica del Hamelin andaluz, que cuando suene atraerá a miles de inversores y hará brotar fuentes de riqueza para nuestro pueblo.
Si la economía y la política andaluza necesitaban un empujón para conseguir inversiones y ganar la credibilidad de los mercados -de tanta necesidad en estas tierras irredentas- ahí está la magnífica apuesta de nuestros sesudos gobernantes: la política social y económica del catecismo de don Hugo.
Y si no es suficiente, siempre ayudarán las ocurrencias de Sánchez Gordillo y sus prosélitos. Por Andalucía, España y la Humanidad.
J. Torné-Dombidau, J. Barcelona, J. J. Jiménez Sánchez, J. Herrera González-Aurioles, L. B. Moreno Quesada, J. A. Maldonado, J. Ramos Salguero, C. J. Ruíz Cosano, I. Cabrera Bofill, son Miembros del CLUB DE LA CONSTITUCIÓN. Granada.
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