La información, a debate. Ideal 26.01.10

La información, a debate
“El Estado es, en definitiva, el estado de la opinión”,

José Ortega y Gasset,        La rebelión de las masas, 1930.
En una época de tan dura crisis como la actual, el mundo de la información y de los medios se ve afectado. Lo que se ignora es la profundidad de la vicisitud, el plazo de su duración e, incluso, el cambio, que puede alumbrar un escenario diferente. El problema del porvenir de los ‘mass media’ no es nuevo. Ya en 1973, el ‘Centre d’Étude et de Promotion de la Lecture’ (Francia) se preguntaba por el porvenir de los ‘mass media’, y concluía que “la única certeza […] es la permanencia, a un extremo de la cadena, del periodista y, al otro, la del lector, pero todo lo que hay de por medio […] puede desaparecer o […] sufrir una profunda modificación” (R. Salmon). Hoy lo transcrito tampoco se puede sostener  con certeza.  Es así que encontramos en la literatura recién editada (2009) voces como las de A. Espada y E. Hernández Busto que titulan significativamente su obra “El fin de los periódicos”, y sitúan en el actual proceso de desregularización y el relativismo las causas centrales de la crisis de la prensa escrita en España. El mundo de la prensa se desploma porque “el periodista ya no es el contrapunto del político sino su cómplice” (A. Espada). A este análisis y visión ha venido a añadirse la muy cualificada de un experto como es J. Morenodávila quien, en el Club de la Constitución, pronunció recientemente la conferencia “Las crisis de la información”. En la interesante disertación, se preguntó si la prensa iba a desaparecer, dado que el fenómeno ‘internet’ ha irrumpido con gran empuje, en tanto que la televisión y el papel están actualmente en un proceso muy difícil de audiencia, difusión y publicidad. La salud de la información plantea problemas muy serios, pues, como afirmó Morenodávila, las comunicaciones son esenciales para la existencia y ejercicio de las libertades. No imaginamos una sociedad libre sin ‘mass media’ y sin libros, a pesar de que en alguna profética publicación (p.e., “1984”) así se afirmara. Lo que sí está claro, a la altura de nuestros días, es que los hábitos sociales influyen sobremanera en los medios. La prensa, tal como hoy la conocemos,  tiene que cambiar. Quizá será necesario venderla a un mayor precio, concentrarla en menos empresas y enfocarla hacia un público más especializado. La empresa periodística necesitará de cuadros de mayor  cualificación y éstos precisarán profundizar mucho más que hoy en la noticia. La prensa, tal vez, tendrá que sobrevivir de la publicidad de productos consumibles habitualmente por el lector, deberá dirigirse a sectores minoritarios y a segmentos de población de alto nivel. Si la radio y le TV pueden seguir con el modelo conocido, en cambio la prensa deberá especializarse, y ser más una prensa de opinión que de información (De las Heras), pues como la información no es aséptica requiere de valoración (J. Morenodávila).  Los problemas de la información se agudizan al tropezar con una ciudadanía ciertamente falta de interés, y con los riesgos que la libertad puede padecer por imperativo del anunciante, de la línea ideológica y ética del editor, su relación con el director del medio y el peso específico de cada periodista.       Al panorama descrito y a los pronósticos avanzados hoy hay que sumar la crisis económico-financiera de nuestros días que repercute muy negativamente en la información como empresa. Así, se estima que la publicidad ha bajado en un año cerca del cuarenta por ciento; que los despidos laborales y ‘Eres’ son frecuentes a escala mundial; que al haber menos periodistas en un medio, baja la calidad del producto… ¿A dónde nos va a llevar la crisis? Es difícil de adivinar. Por otra parte, es obligado poner en relación libertad de expresión y régimen político. En la mente de todos está el reciente caso del desigual editorial conjunto de cierta prensa catalana, con motivo de esperarse como próxima la sentencia del Tribunal Constitucional (TC) sobre el ‘Estatut’. Una cosa es relatar hechos (la actual composición del TC) y otra incidir en cálculos políticos que ponen en cuestión el vigente marco del Estado de Derecho.